El Impresionismo es un arte puramente instintivo
y visual y esta visión renovada es función de la luz y de sus constantes variaciones, hasta el punto de que la luz
llegará a ser, en mucho, el verdadero objeto del cuadro. Se pinta la naturaleza
y para ello se trabaja al aire libre y lo más rápidamente posible ya que la
naturaleza cambia constantemente y se trata de aprehender “una impresión
fugaz”. No hay preocupaciones previas de ordenar una composición ya que
instalan sus caballetes en cualquier sitio, en un: paseo, por ejemplo, atentos
tan solo a los efímeros y fugaces aspectos de la naturaleza. El mar y sus
cambiantes horizontes, el río con sus agitadas aguas, el cielo y sus nubes viajeras,
el sol y sus vibraciones luminosas, la nieve con sus variaciones tonales
nacaradas. Todo lo que es reflejo, y en particular elemento fluido, atrae
prioritariamente su atención, todo es matiz y sugestión.
Quieren pintar los
colores y las formas, no como se cree que son sino como se ven, bajo la acción
deformadora de la luz. Abandonan algunos principios tradicionales del arte
pictórico: se desprenden del dibujo-contorno que precisa la forma y sugiere el
volumen, substituido por toques fragmentados y divididos, yuxtapuestos unos a
otros. La perspectiva no tiene ya como base la geometría sino que se obtiene desde
el primer plano a la línea del horizonte, por la degradación de tintes y tonos (2)
que define también espacio y volumen. Los impresionistas abandonan el
claroscuro y sus contrastes violentos; anulan de sus paletas los negros, grises,
blancos puros, los “tierras”, los marrones y únicamente utilizan los colores
del prisma: azules, verdes, amarillos, naranjas, rojos o violetas y, a partir
de aquí, representan lo que ven, no lo que se conoce, por ejemplo, pintarán la
tierra ya sea violeta o malva, azul y rosa o naranja, pero no marrón. A menudo
emplean estos colores de acuerdo con la técnica de la mezcla óptica: dos
colores puros yuxtapuestos sobre tela y no mezclados, a partir de sus pigmentos
en la paleta. Entonces, el ojo del espectador tiene que recomponer el color
deseado por el pintor: breves toques rojos y azules, yuxtapuestos, por ejemplo,
permitirán al espectador “ver” un violeta, gracias al efecto de vibración así
obtenido.
NARCÍS RIBOTII TRAFI