ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

viernes, 13 de enero de 2012

En Nueva York no hay nadie


(Obra de Ramón Palmeral)


Por Ramón Palmeral

Es cierto, lo he oído multitud de veces, me afirman que en Nueva York (con k de kilo sin ley) no hay nadie, nadie te mira a la cara porque todos miran las cumbres enanas de los rascacielos y si no, es que están mirándose el ombligo. Las calles de Manhattan están vacías de paz, nadie ha leído a García Lorca en Nueva York, ni a Whitman..., nadie te responde a una pregunta.
Nueva York, nunca New York, es un árido desierto de cemento vertical, un insulto a la razón y al ser humano como metrópolis azotada por látigos de incomprensión y sin compasión hacia los demás. Es una ciudad llena de medigos, mendigos de pan, mendigos de felicidad, mendigos de arte y de amor. No existe la ciudad ni los puentes, ni la estátua de la Libertad, son solo imágenes en las Agencias de Viajes. Una ciudad fantasma junto al Océano Atlántico y el aeropuerto de F. Kennedy. Todo está lleno de aristas vacios de poesías, a de amor y de generoridad. Es un Babel de idiomas, una confusión real en la irreal.

Escribe Rolando Gabrielli:

¿La poesía cae de los rascacielos? ¿O sube por las escaleras de servicio? Ciega aúlla en un sótano, y el Alcalde decreta un minuto de silencio por las víctimas de la palabra. No es una censura, sino un acto de fe. La moda está en creer, tragarse una rueda de carreta, el Caballo de Troya y soñar con el mito bajo de las sábanas. Se sienten millones de remos al mismo tiempo, el gesto mudo de la paciencia, avanza más lejos la noche que el día. La más global, se siente sola, la ciudad de los cien idiomas, como la poesía de nunca acabar, yace en una banca del Central Park, dándole comida a las palomas que se saben un símbolo de la paz vencida por la memoria.

Con su velo de diosa cae el alba,
los escalones fríos que llevan sus tacos
y la veo correr en el Central Park,
loca, le digo, no dejes tu cintura
al viento, boca abajo sopla,
arriba el techo vuela estrellas,
un, dos, tres, cuatro pasos resuenan,
los días que no vuelve, vuelan
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