El abuelo tiene un blog
Por PEPE ORTS /Información, sábado, 3 del 12-2011
Mi padre va a cumplir ochenta años, es un tuitero de pro (@joseorts32), gestiona su propio blog (http://blog-jose-orts.euroresidentes.com/), tiene Facebook y ahora está aprendiendo a manejar todas estas herramientas a través del programa Tweetdeck que permite tener a la vista varias cuentas sociales a la vez.
Se tuitea habitualmente con celebridades -eso sí, de Usted-, y últimamente me tiene frito con la cuestión de si para Navidad (o mejor aún las rebajas de Enero), se agencia una tablet tipo iPad o con un libro electrónico va que se mata.
Mi madre (perdonenme que no revele su edad aunque ya no cumple los setenta), gestiona también su blog (http://lacocinadelhuerto.blogspot.com), es una tuitera todavía incipiente, sin embargo tiene dos cuentas de Facebook y maneja sus imágenes en Flickr que da gusto.
¿Les parece extraordinario?, a mi no, y lo que es mejor, a ellos tampoco.
El uso de las nuevas tecnologías por parte de la gente más mayor es solamente, créanme, cuestión de actitud.
Mi padre en su bio de twitter (aquel espacio destinado en esta herramienta social que nos da 140 caracteres para que nos presentemos) ya está dictando toda su declaración de principios al respecto, dice literalmente (ampliado en cursiva para que los no iniciados en twitter lo entiendan) :
"Tengo 80 años. No quiero sentirme apartado. Tengo mi propia opinión sin radicalismos dogmáticos y quiero ayudar a que otros la tengan. Por eso estoy en Tw. (Twitter)".
No se puede decir más en menos: no se quiere sentir apartado, y eso es lo que le ata a su ventana a Internet.
Mi padre ya no lee la prensa ni ve la televisión. Obtiene toda la información que necesita (y está mejor informado que nunca), a través de la web.
Cualquier persona sabe (y los mayores también, a poco que se lo enseñemos) que Internet hoy es el todo, y naturalmente jubilarse de Internet con la excusa de que "eso no es para mí", es como jubilarse del mundo pidiendo a voz en grito que se pare que me apeo.
Todos tenemos la experiencia de que la tecnología es desagradable en su uso al principio. De que los botones son inescrutables, los menús y los manuales de instrucciones de los aparatos electrodomésticos y electrónicos, parecen escritos por un sádico taiwanés ahíto de opio y con ganas de joder la marrana.
Sin embargo, también tenemos la experiencia de que con el tiempo y paciencia acabamos acostumbrándonos al uso, y si un niño de dos años puede manejar el mando a distancia, usted también puede, que caramba.
Internet para un abuelo tiene múltiples ventajas y no se me ocurre ningún inconveniente (salvo el derivado de aquellas dudas o consultas que serán continuas al primer hijo o nieto incauto que se pase por allí.).
Las ventajas serían, la primera y fundamental, el sentirse una parte de la sociedad. Uno siempre es analfabeto en contra de su voluntad, y el analfabetismo digital no es diferente a su homónimo de lectura y escritura.
Una vez el abuelo se conecta, vuelve a estar en el mundo. A partir de ahí el uso que le de es parte de su libre albedrío, pero la ventana ya está abierta. Condenar a los mayores a la dieta de parque/paseo/televisión, es como practicarles una lobotomía indolora, sin embargo, ayudarles a que den el paso a Internet, es como borrarles años del carnet.
No voy a repetir las múltiples ventajas que acarrea el uso de teclados, de mapas mentales, de ejercicios de fijación, de memoria, de relación y toda la estimulación cerebral que puede dar un simple ordenador con una simple conexión a Internet; y la cantidad de horas de ambulatorio que resta y la de amigos del Alzheimer que puede llegar a eliminar.
Y sobre todo, y creo que es la más importante de las ventajas, permitirá al abuelo hablar el mismo lenguaje que sus nietos y por lo tanto comunicarse con ellos y contarles las batallitas en un idioma que puedan entender.
Como diría el famoso anuncio televisivo, comprarle un ordenador al abuelo, matricularle en algún curso en un centro social y luego ir a casa a resolverle dudas tiene un costo, pero ver el brillo de sus ojillos cuando comparte confidencias sobre el uso de la tecnología con los nietos y eso no tiene precio.