Lo que yo me preguntaba, y lo que preguntaba cada vez que veía a un
economista, era cómo un país de mediana importancia podía permitirse
tantos lujos. Y me preguntaba y me pregunto por qué la ciudadanía ha
aceptado con tanta indiferencia tantos abusos, durante tanto tiempo. Por
eso creo que el despertar forzoso al que parece que al fin estamos
llegando ha de tener una parte de rebeldía práctica y otra de
autocrítica. Rebeldía práctica para ponernos de acuerdo en hacer juntos
un cierto número de cosas y no solo para enfatizar lo que ya somos, o lo
que nos han dicho o imaginamos que somos: que haya listas abiertas y
limitación de mandatos, que la administración sea austera, profesional y
transparente, que se prescinda de lo superfluo para salvar lo
imprescindible en los tiempos que vienen, que se debata con claridad el
modelo educativo y el modelo productivo que nuestro país necesita para
ser viable y para ser justo, que las mejoras graduales y en profundidad
surgidas del consenso democrático estén siempre por encima de los gestos
enfáticos, de los centenarios y los monumentos firmados por vedettes
internacionales de la arquitectura.
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Autobiografía y web de Antonio Muñoz Molina