Capítulo 1
El quince de junio de 2009 fue mi último día de facultad. Estaba en la secretaría, en una cola de seis o siete alumnos para solicitar un certificado de estudios. Acabé la licenciatura en bellas artes, en la especialidad de pintura. Con el certificado sería suficiente para buscar trabajo. El título, en nombre del rey de España, tardaría un año en llegar.
Estaba en la casa de mis padres y pensaba que, por fin, salí de un mundo estudiantil e ideal, para enfrentarme al mundo real. Mis padres esperaban que me sentase en mi mesa a estudiar las oposiciones de profesor de dibujo. ¿Qué trabajo más seguro que unas oposiciones? Viviría toda la vida de un salario y ellos estarían tranquilos por no tener que pensar en mi futuro: ¡Funcionario para toda la vida! Pero las oposiciones no entraban en mis planes. Convertirse en un profesor destinado en un pueblo en medio de la nada. ¡Qué repugnancia!
Mi verdadero interés estaba en ser artista y vivir del arte. Soñamos con llegar a lo más alto, pero una persona realista como yo, se conformaba con pintar y vender mis cuadros. ¡Qué cosa más sencilla! ¿Verdad? ¡Pero qué difícil! Me introduciría en el mundo del arte, y nunca me imaginé dónde me iba a meter.
Para comenzar tenía que pintar cuadros modernos. Los suficientes para montar una exposición y venderlos. De pronto me surgieron tres problemas: ¿Qué debía pintar? ¿Dónde exponer? ¿Y cómo se vende un cuadro?
En la facultad había pintado mucho, pero no me servían. Eran ejercicios, actividades, aprendizajes, no obras de arte. Mi primera caída del árbol fue que tenía que pintar obras de arte y lo que había amontonado en años de facultad eran puros ensayos....
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