Las Américas más pobres bajo yugo divino en poder de naturaleza
"Dios castiga y no da voces: escuché en multitud de ocasiones, aunque esto de las catástrofes de la naturaleza que asolan ciudades y exterminan a millares de seres humanos va más allá de cualquier comprensión humana…
Los seres caritativos de distintas creencias e ideologías solemos vanagloriarnos e incluso congratularnos, a título personal, de las fortunas y de las bienaventuranzas que individualmente recibimos y asemejamos a los cielos. Para la buena nueva designamos, en titularidad, a la justicia divina y a la inapelable voluntad del Creador. En la misma semejanza, también le agradecemos el don divino que recibimos, aunque no traspase el umbral de la fortuna individual, sectorial o partidista: en fracción de la propia sociedad terrenal. En consecuencia, vivimos y morimos por designios de la propia acción de la naturaleza; acción que de vez en cuando se desboca y poquito a poco, aunque en masa, destruye la debilidad de la pobreza, con valor de ventolera. Aunque nosotros, los terrenales, lo adjudicamos a la divinidad que, por el contrario, también podría regir en amor y gloria de hermandad para guiar hasta el paraíso a la propia humanidad...
Sin embargo, ella misma, la divinidad, pudiera crearnos la injusticia, la penuria, la desigualdad social y la espiritual; en manos o designios de quien consideramos justo, guía y señor de los necesitados de protección: el Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, a saber... No obstante, los ya marginados por el hombre y por el hambre, y por la Patria y por la Tierra de Haití, en Puerto Príncipe y otros centenares de sitios terrenales, hoy lloran sin consuelo. Los haitíes han sido ultrajados, avasallados y exterminados por la propia acción de la naturaleza, divina y no humana, y lloran, o ya sin lágrimas callan de pena, de dolor y angustia… Pese a ello, sería de presentir que ellos, los afectados, pudieran no pensar lo mismo que otros privilegiados, en lo celestial y en lo terrestre, que disfrutan de la vida y de la economía sectorial. Diferencia que presuntamente les llevaría a presentimiento de protección desigual… Y en consecuencia, a guarecerse de los castigos divinos que presuntamente mandaría el Dios Todopoderoso sobre la tierra, para castigar a los infieles, opresores y tiranos de su reino…
La miseria, en cambio, abre el paraguas de las turbas marginadas y las grandes catástrofes se acaparan sobre cuerpo y alma de los más vulnerables: “los santos inocentes”, los que no disfrutan de riqueza individual; tan distantes de los evangelios, y tan adoradas y acaparadas por los propios seguidores bíblicos... Por el contrario, acaparar el poder y evitarse la penuria, la calamidad y la sinrazón social y espiritual pudiera no ser lo más ejemplar ni lo que en presunta divinidad hubiera de manar del cristianismo... En consecuencia, los millares de pobres que habitan o habitaban entre la barbarie natural que ahora viven el dolor, el tormento y el desastre de Haití, probablemente verán a un Dios distinto y desigual… Aquellos que han perdido sus familias, sus casas y hasta la miseria que ya tenían, podrían pensar que la equidad de Dios, guía y señor de los débiles, pudiera nadar excesivamente sobre el marco liberal: al uso y prototipo del propio “linaje de la Casa de David, y su acción no sería tan justa ni bondadosa, a saber...”
Las mentes humanas de Haití, y de otros santos lugares en atropello natural y celestial, tan débiles como la propia carne, hoy podrían pensar que la injusticia divina pecaría de divinidad o pudiera nacer de la simple imposición por ficción mental, a saber... Por ello, una vez más, pudiera cebarse la barbarie sobre la pobreza de los humildes, de los ya castigados y de los necesitados de protección divina y espiritual de quienes viven entre la sociedad más vulnerable…
Agustín Conchilla