ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

viernes, 14 de febrero de 2025

Rafael Altamira regresa a El Campello(Alicante), con presencia de Felipe VI

 

Rafael Altamira regresa a El Campello(Alicante), con presencia de Felipe VI

Para la mayoría de los exiliados españoles en México, Rafael Altamira era como el gran patriarca.
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El Rey, durante la inhumación de los restos del literato Rafael Altamira y Crevea en el cementerio municipal de El Campello (Alicante).

Este lunes, diez de febrero, el insigne sabio Don Rafael Altamira Crevea asistió a la visita de los reyes de España, Felipe y Leticia, al cementerio de El Campello, localidad costera alicantina donde Altamira había pasado algunos de los momentos más felices de su vida. A la llegada de los monarcas, Rafael y su esposa Pilar se encontraban sentados en la puerta del panteón que en su honor habían mandado edificar las autoridades, aunque el tiempo frío no lo aconsejaba, ambos bebían agua de cebada, bebida de la tierra que ofrecieron a los visitantes.  Después de tantos años en México, la llamada de la tierra, recuerdos, sabores, olores, se hacía irresistible. Rafael no tenía nada contra la monarquía, de hecho había ocupado cargos durante el reinado de Alfonso XIII, además tanto él como su esposa se habían preocupado de cultivar una educación exquisita, incapaz del desaire, la mala compostura o el narcisismo tan a la moda. De tal manera que tras los saludos protocolarios, Rafael y Pilar desaparecieron sin dejar una gota del helado jarabe en la copa. Comenzaron los discursos, los panegíricos, las alabanzas, los parabienes, siempre demasiado largos, serios, aburridos. Para entonces Rafael y Pilar estaban en otro lugar, en otro tiempo, celebrando el 11 de febrero de 1873, uno de los días en que los exiliados españoles en México acudían a su casa para agasajarle y pasar un día maravilloso acompañando al patriarca de los exiliados.

En un país no muy sobrado de sabios, de personas destacadas en cualquier campo del saber, es llamativa la ausencia de monumentos que recuerden a nuestros mejores hijos

En España tienen estatua personajes tan prescindibles como la duquesa de Alba, Martínez Campos, Curro Romero o Isabel II, personajes que en algún momento gozaron de cierto fervor popular pero sobre todo del institucional, como forma de perpetuar en el imaginario colectivo una forma de ser y de sentir del pueblo español que siempre se vería recompensada de cara a la eternidad. Por el contrario, en un país no muy sobrado de sabios, de personas destacadas en cualquier campo del saber, es llamativa la ausencia de monumentos que recuerden a nuestros mejores hijos. Don Rafael Altamira fue uno de ellos, discípulo y amigo íntimo de Don Francisco Giner de los Ríos, colaboró con él, con Azcárate y Salmerón a poner en pie la Institución Libre de Enseñanza, renovando tanto los métodos educativos como los objetivos a conseguir. Director del Museo Pedagógico Nacional en 1898 creó la Extensión Universitaria de Oviedo con el propósito de modernizar la enseñanza del Derecho incorporando investigaciones y conferencias de todas las universidades europeas.

Lingüista, geógrafo, pedagogo, periodista, novelista, diplomático, historiador y jurista, renovó la historiografía española con obras tan monumentales como Historia de España y de la civilización española, convirtiéndose además en uno de los mayores expertos europeos en Derecho Internacional. Aliadófilo, trabajó desde el primer día por la paz en Europa, siendo nombrado en 1920 miembro de la Comisión de Juristas de la Sociedad de Naciones para elaborar los estatutos del nuevo Tribunal Internacional que tendía competencias para dirimir conflictos entre personas, organizaciones y naciones. Claro antecedente del Tribunal Internacional de La Haya, Rafael Altamira trabajó en él hasta que en 1940 tuvo que partir al exilio mexicano, dado que su pueblo y su gobierno habían sido derrotados por el nazi-fascismo que durante ese año comenzó también a adueñarse de Europa, de la Europa que se mantuvo silente mientras machacaban a su patria.

Rafael Altamira comunicó al último emisario franquista que jamás volvería a España mientras en ella gobernasen traidores y gentes contrarias a la razón

Propuesto al Premio Nóbel de la Paz en dos ocasiones por sus inmensos esfuerzos para dotar al mundo de instrumentos jurídicos que desterrasen para siempre la guerra de la faz de la tierra, Rafael Altamira vivió los últimos años de su vida en México, empeñado en el mismo propósito y en la reconstrucción de los puentes rotos entre las repúblicas americana y española. Su prestigio era tal que no necesitaba presentación ni permiso para acudir a los foros internacionales más prestigiosos, sino que era su presencia la que daba verdadero prestigio a cualquier encuentro. Al declinar la estrella hitleriana, las autoridades nacional-católicas españolas quisieron captar a varios intelectuales exiliados de avanzada edad, entre ellos a Manuel de Falla, Juan Ramón Jiménez y Rafael Altamira. No lo consiguieron. Rafael Altamira, pese a proponerle una cátedra, un instituto con su nombre y una cantidad de dinero considerable, comunicó al último emisario franquista que jamás volvería a España mientras en ella gobernasen traidores y gentes contrarias a la razón.

Para la mayoría de los exiliados españoles en México, Rafael Altamira era como el gran patriarca. Dos o tres veces al año cientos de ellos acudían a su casa a mostrarle su cariño y admiración, salvo el grupo de valencianos encabezado por Carlos Esplá, Marín Civera, Alonso Mallol o los hermanos Just que acudían casi todos los domingos a recordar la tierra en torno a una paella.

Para la mayoría de los exiliados españoles en México, Rafael Altamira era como el gran patriarca

Rafael Altamira fue un ejemplo insuperable de dignidad, una dignidad que jamás entendieron quienes fueron a verle a México para comprar su regreso. Ahora sus restos han vuelto a España, a las playas mediterráneas de El Campello, allí recibieron a los reyes de España, en el reino que jamás debieron verse forzados a abandonar, en la tierra que tanto amaron y que tantos amaron y siguen transterrados, condenados eternamente al destierro, al olvido y al desprecio que otorgan los años que pasan en silencio.

La república en México. Con plomo en las alas (1939-1945), de Pedro Luis Angosto.